Recientemente The Guardian, uno de los periódicos más prestigiosos tanto en Reino Unido como a nivel global, publicaba un interesante artículo titulado ¿Por qué las armas químicas son peores que otras armas de destrucción masiva?
Tomando como referencia la guerra de Siria, su autor se plantea cual es la razón de que exista un acuerdo internacional para la no proliferación de armas químicas, pero que no exista ese mismo concierto para el uso de otro tipo de armas de destrucción masiva.
En el artículo revisa la evolución de los distintos acuerdos internacionales firmados durante los dos últimos siglos por la mayoría de los países de la esfera internacional. Comenzando por la Declaración de San Petesburgo de 1868 hasta el Estatuto de Roma de la Corte Criminal Internacional de 1998 pasando por las Convenciones de La Haya de 1899 y 1907 o la Convención sobre Armas Químicas de 1993, el autor destaca la falta de un listado explícito de las denominadas Armas de Destrucción Masiva que pueda servir de referencia en el contexto internacional y que esté sancionado por una mayoría relevante de países.
Tomando como referencia la Convención sobre la Prohibición del Desarrollo, Producción, Almacenaje y Uso de Armas Químicas y sobre su destrucción de 1993, que es administrado por la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPCW), con sede en La Haya. Es importante destacar que esta Convención distingue 3 tipos de sustancias químicas catalogadas como Armas Químicas y que por ende deben ser controladas:
- Nivel 1: sustancias químicas que se usan principalmente para la fabricación de armas químicas y cuyo uso fuera de esa fabricación es mínimo (en ocasiones investigación farmacéutica o sistemas de defensa contra armas químicas). Los países deben declarar una producción anual superior a los 100 gramos, y el límite máximo de almacenamiento es de 1 tonelada. Ejemplos de estas sustancias son el gas mostaza o agentes nerviosos.
- Nivel 2: Sustancias químicas con aplicaciones lícitas con cantidades a pequeña escala. Los países deben declarar su fabricación y existen restricciones a su comercio internacional. Un ejemplo de esta sustancia es el Thiodiglycol que se puede utilizarse tanto para la fabricación de gas mostaza como de solvente para tintas.
- Nivel 3: Sustancias químicas con aplicaciones lícitas con cantidades a gran escala. Los países deben declarar su fabricación cuando se producen más de 30 toneladas y también existen restricciones a su comercio internacional. Ejemplos de estas sustancias son el fosgeno (que se puede utilizar como arma química pero también como precursor de componentes orgánicos e inorgánicos) o la Trietanolamina (utilizada en la fabricación de nitrógeno mostaza, pero también usada en la fabricación de detergentes).


La fortaleza de esta convención radica en el hecho de que hasta el momento 192 de los 195 países reconocidos por las Naciones Unidas han firmado y ratificado el tratado.
Sin embargo, ni la firma del tratado ni el seguimiento y control ejercido por la OPCW para su ejecución y respeto suponen que la amenaza de un incidente con agentes químicos haya desaparecido.
Por un lado están los hechos constatados y probados por la propia OPCW del uso de agentes químicos (como en el caso reciente de la guerra de Siria).
Por otro lado debemos tener en cuenta que los incidentes Hazmat o NBQ pueden estar originados tanto por un uso deliberado del agente químico (por un país en el caso de una guerra pero también por un grupo terrorista) como por un accidente.
Es decir, aunque la OPCW y la Convención de no Proliferación de Armas Químicas puedan controlar y reducir los incidentes Hazmat provodados por el uso de armas químicas en un escenario bélico por parte de uno de los países contrincantes, desgraciadamente el riesgo de un incidente Hazmat provocado por un ataque terrorista o por un accidente (ya sea de carácter industrial o bien provocado por un desastre natural) sigue existiendo.
Por ello los Programas y Estrategias de Defensa de los países siguen considerando las posibilidades y riesgos de un incidente NBQ, un suceso de Alto Impacto y Baja Probabilidad (HILP: High Impact, Low Probability) para los que deben desarrollarse los protocolos de gestión adecuados, incluyendo la formación y coordinación de los diferentes cuerpos, agencias y unidades de emergencia con responsabilidades en la gestión de un incidente de este tipo.


Un ejemplo de esta preparación lo tenemos en los ejercicios conjuntos combinados que la UME organiza anualmente, y que este año 2018 bajo el nombre Región de Murcia 2018 supuso la realización de un simulacro de un escenario de catástrofe por Riesgo Sísmico que produciría riesgos derivados con predominio de Riesgos Medioambientales y Riesgos Tecnológicos NBQ en el durante 5 días con la participación de más de 3.500 efectivos.
Hispano Vema tuvo el privilegio de poder colaborar en el desarrollo de este Ejercicio Conjunto Combinado cuyo objetivo es reproducir fielmente el contexto de una Emergencia y realizar la validación de los Planes de Contingencia de los Planes Estatales de Protección Civil para la gestión de incidentes Hazmat o NBQ.
En este contexto, el objetivo de Minimizar Riesgos y Salvar Vidas es el aspecto primordial y para ello la descontaminación de personas es un elemento clave, ya sea con duchas de descontaminación integradas en equipos NBQ de despliegue rápido o con Estaciones de Descontaminación Masivas de personal.